El sacrificio de la Cruz no habría tenido sentido si el hombre no hubiera pecado. Pero eso no significa que la Cruz no estuviera contenida en la primera Alianza, como posibilidad implícita en la entrega de Dios. Esta entrega adquiere un mayor realismo y queda reforzada por el hecho de que Dios pudo prever la caída de nuestros primeros padres y aún así quiso estrechar ese pacto esponsal y familiar con la humanidad.
Cuando un hombre y una mujer unen sus vidas en matrimonio, lo que están haciendo es entregarse. No intercambian unos derechos entre sí ni se unen sólo durante el tiempo que les dure el amor. No hay un intercambio. Hay entrega de la persona. No saben (por lo general) qué es lo que va a suceder a partir de aquel momento, pero sí deben saber que las palabras pronunciadas suponen la aceptación de la persona del otro "en la salud y en la enfermedad, en la buena y en la mala suerte”.
Quizá no sabe el esposo que su mujer está ya incubando una enfermedad degenerativa que le irá arrebatando la vida poco a poco. Y el consentimiento matrimonial incluía sus cuidados, pacientes, incluso heroicos.
Así ocurrió con la Primera Alianza en la que el destino de la humanidad quedó ligado con el de su Creador. Todas las demás Alianzas que Dios fue estableciendo pacientemente con nosotros estaban en cierto modo contenidas implícitamente en la Primera de ellas. La Encarnación no era sólo un proyecto unilateral, sino un verdadero compromiso de Dios, que es Fiel. Los dones de Dios son irrevocables, enseña san Pablo.
¿Qué nos había dado Dios? Se había entregado a sí mismo. Es ésta la gran maravilla a la que los hombres no nos acostumbramos nunca y que incluso es abiertamente rechazada por muchos. La entrega de Dios, después de la caída de nuestros primeros padres, resulta todavía más increíble. Jesucristo es quien nos ha facilitado poder creer en el amor de Dios y en su entrega. La muerte de cruz no estaba prevista en la primera Alianza. ¿Cómo iba a serlo? Sin embargo, sí que puede decirse que estaba contenida en ella. Como le sucede al esposo que acompaña a su esposa en el lecho de enfermedad y esos cuidados le acarrean su propia muerte. Entregar la vida es precisamente incluir la propia muerte en la donación de sí mismo. Una entrega que no incluye la propia muerte (como posibilidad) no merece tal nombre. “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, enseñó Jesús a sus discípulos.
Hemos tardado muchos siglos en descubrir que la muerte de Jesucristo en la Cruz nos está revelando algo que ya está contenido desde antes de la creación del mundo: su entrega como Esposo. Allí se ve hasta qué punto Dios nos ama. Ciertamente, no se hubiera producido la muerte del Hijo de Dios si no hubiese habido la caída de los primeros padres en aquel mundo paradisíaco que, destruyéndolo, precedió al nuestro. Pero en la entrega del Verbo estaba implícitamente contenida esa posibilidad. Entre otras cosas, la muerte es fruto del pecado y no creación de Dios. En la Primera Alianza no estaba contemplada la muerte de nadie, ni tampoco el pecado y el dolor. En consecuencia, probablemente sobraban los sacrificios.
1 comentario:
Querido Don Joan:
Desde mi ignorancia al respecto pero con inquietud sobre el tema hay muchos matices con interrogante para mí. Sirva como primer ejemplo.
Si Dios, Creador, Omnipotente, Omnipresente,… a lo largo de la eternidad, es decir, siempre, todo lo tiene contemplado, puesto que como Suma de perfección, y en espera de un final que paradójicamente será en Él el principio, nada en verdad, debiera quedar suelto a la libre decisión de su propia creación, aunque pudiera dar esa primera impresión, y más trascendentalmente a las decisiones del hombre, pues su plan Divino en sí mismo ya está creado con fin concreto y eterno.
Por esto, ¿No puede la muerte y el pecado estar contemplados por Él, como posibles desviaciones de su propia creación y que precisamente éstos, reconvertidos hacia buen fin, como medios de perfección Divino-Creativo, puedan llagar a ser utilizados, precisamente para la salvación del hombre, después de su caída, si ésta se diera?, que como sabemos y percibimos, se dio. Un fuerte abrazo.
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