¿Acaso las otras las vides, las que conocemos, no son verdaderas vides; es decir, son falsas?
¡Claro que no! Lo que está indicando Jesús al decir "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador" (Jn 15, 1) no es que las vides no son vides, sino que en Él se encuentra el significado simbólico que tiene la vid. Dicho de otra manera, lo que significa la vid es tan grande que ninguna vid del mundo ni todas juntas lo pueden realizar. Y por eso son "falsas", porque significan algo que está fuera de ellas. Jesús es la Persona que ha venido a cumplir lo significado en la vid. Por eso puede decir que es la vid verdadera.
¿Y qué significado tiene la vid?
Para eso debemos conocer una tradición oriental antiquísima en la que se sitúa Jesús. El árbol de la vida plantado en medio del Paraíso era precisamente una vid. ¿Por qué se llamaba el árbol de la vida? Porque quien comía de su fruto recibía la inmortalidad.
También en esto Jesús es la vid verdadera, porque no se limita a dar la inmortalidad sino que otorga la vida eterna a quienes comen de su fruto.
¿Y no es presuntuoso Jesús al presentarse de esta manera y al afirmar tan rotundamente: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada"? Ciertamente, si Jesús fuese un simple hombre, sus palabras serían necesariamente falsas y engañosas, como las que salen de la boca de todos los ideólogos "salvadores" que en el mundo ha habido. Sin embargo, sus palabras son verdaderas porque Él es el Hijo de Dios que se ha hecho "carne" para que en ella nos salvemos todos. Por el Bautismo nos incorporamos a Cristo y por la fe permanecemos en Él. Por eso puede decir sin presunción alguna que sin Él no podemos hacer nada. La Vida Eterna es un don que nos ofrece Dios Padre, el labrador, por medio de su Hijo, que es el verdadero árbol de la vida.
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