Si existe una Primera Alianza, distinta de la que Dios estableció con el Pueblo de Israel -Antigua Alianza- y de la que culminó con la Pascua cristiana -Nueva y Definitiva Alianza- ¿por qué nunca se oye hablar de ella?
La razón es sencilla. En sentido estricto, el pecado de Adán y Eva supuso una negación a la mano tendida por Dios en signo de Alianza. Quedó frustrada, pero en este enlace podrás comprender por qué razón se puede seguir hablando de ella como de algo real y con importantes consecuencias teológicas:
las bodas, signo de una alianza frustrada pero real.
Información y material para estudio del curso intensivo de Teología que tendrá lugar en Cerredo 2010 - 2011
jueves, 30 de septiembre de 2010
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Escena clave de la película "El indomable Will Hunting"
En esta escena del "Indomable Will Hunting" se encuentra el punto central de la película. Para que el chaval pueda "salvarse" es necesario que se cree una relación de confianza. Sin confianza no puede haber revelación. Dios no pretende la sumisión del hombre, sino que éste reconozca la relación que le une a Él: Dios no sólo es Creador sino también Salvador del hombre. Hemos sido creados por el amor y para el Amor.
martes, 28 de septiembre de 2010
El verbo se hizo carne
El misterio escondido de Dios se encuentra revelado -desvelado y velado al mismo tiempo- en esta frase central del Evangelio de San Juan 1, 14: "El Verbo se hizo carne y puso su Morada entre nosotros".
La Revelación cristiana se resume en esas palabras. Dios es un misterio de amor y de comunión de personas y nosotros estamos llamados desde antes de la Creación a entrar en comunión con El, siendo hijos en el Hijo.
En este enlace podrás encontrar una explicación del significado de la carne que permita vislumbrar la hondura de este Misterio escondido. Se trata del primer capítulo del libro "Familia y Eucaristía": Dos pájaros de un tiro., que se está publicando en formato de libro-blog en Familia en construcción.
La Revelación cristiana se resume en esas palabras. Dios es un misterio de amor y de comunión de personas y nosotros estamos llamados desde antes de la Creación a entrar en comunión con El, siendo hijos en el Hijo.
En este enlace podrás encontrar una explicación del significado de la carne que permita vislumbrar la hondura de este Misterio escondido. Se trata del primer capítulo del libro "Familia y Eucaristía": Dos pájaros de un tiro., que se está publicando en formato de libro-blog en Familia en construcción.
sábado, 18 de septiembre de 2010
Introducción a la Teología Fundamental
El próximo martes 28 tendremos la primera sesión de Teología Fundamental. En este vídeo que os adjunto dispondréis de un anticipo de lo que nos ocupará a lo largo de las próxima semanas. En él, además de explicar cuáles serán los principales temas, expongo también cuáles serán las herramientas que emplearemos a lo largo del curso.
Por una parte: introduciré en un vídeo-post o entrada del blog las introducciones generales a cada una de las asignaturas que componen este curso de Teología intensiva.
Por otra parte, os proporcionaré un enlace para que podáis seguir la asignatura en una exposición o mapa gráfico de la misma. En una de las páginas de este blog -a la que tenéis acceso mediante una pestaña situada a la derecha y bajo la cabecera- podréis consultar un enlace permanente a esta herramienta de trabajo.
En dicho mapa del curso también podréis encontrar los distintos media: imágenes, vídeos o enlaces a las entradas del blog o a otros materiales o documentos útiles.
Por una parte: introduciré en un vídeo-post o entrada del blog las introducciones generales a cada una de las asignaturas que componen este curso de Teología intensiva.
Por otra parte, os proporcionaré un enlace para que podáis seguir la asignatura en una exposición o mapa gráfico de la misma. En una de las páginas de este blog -a la que tenéis acceso mediante una pestaña situada a la derecha y bajo la cabecera- podréis consultar un enlace permanente a esta herramienta de trabajo.
En dicho mapa del curso también podréis encontrar los distintos media: imágenes, vídeos o enlaces a las entradas del blog o a otros materiales o documentos útiles.
martes, 14 de septiembre de 2010
Lectura aconsejada: La vocación del teólogo
En 1990, siendo su Prefecto el Cardenal Ratzinger, la Congregación de la Doctrina de la Fe emanó una Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo en la que se sale al paso de un problema especialmente grave en la Iglesia, la idea de que en el ejercicio de su actividad científica los teólogos puedan elaborar planteamientos al margen del Magisterio de la Iglesia y mantener legítimamente lo que algunos han llamado el disenso.
A continuación reproducimos un pasaje especialmente interesante de esta Instrucción, en el que se explica cuál es la vocación del teólogo.
(Leer documento entero)
A continuación reproducimos un pasaje especialmente interesante de esta Instrucción, en el que se explica cuál es la vocación del teólogo.
II. La vocación del teólogo
6. Entre las vocaciones suscitadas de ese modo por el Espíritu en la iglesia se distingue la del teólogo, que tiene la función especial de lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios contenida en la Escritura inspirada y transmitida por la tradición viva de la iglesia.
Por su propia naturaleza la fe interpela la inteligencia, porque descubre al hombre la verdad sobre su destino y el camino para alcanzarlo. Aunque la ver-dad revelada supere nuestro modo de hablar y nuestros conceptos sean imperfectos frente a su insondable grandeza (cf. Ef 3, 19), sin embargo invita a nuestra razón —don de Dios otorgado para captar la verdad— a entrar en su luz, capacitándola así para comprender en cierta medida lo que ha creído. La ciencia teológica, que busca la inteligencia de la fe respondiendo a la invitación de la voz de la verdad ayuda al pueblo de Dios, según el mandamiento del Apóstol (cf. 1 P 3, 15), a dar cuenta de su esperanza a aquellos que se lo piden.
7. El trabajo del teólogo responde de ese modo al dinamismo presente en la fe misma: por su propia naturaleza la Ver-dad quiere comunicarse, porque el hombre ha sido creado para percibir la verdad y desea en lo más profundo de sí mismo conocerla para encontrarse en ella y descubrir allí su salvación (cf. 1 Tm 2, 4). Por esta razón el Señor ha enviado a sus apóstoles para que conviertan en “discípulos” todos los pueblos y les prediquen (cf. Mt 28, 19 s.). La teología que indaga la “razón de la fe” y la ofrece como respuesta a quienes la buscan, constituye parte integral de la obediencia a este mandato, porque los hombres no pueden llegar a ser discípu-los si no se les presenta la verdad conte-nida en la palabra de la fe (cf. Rm 10, 14 s.).
La teología contribuye, pues, a que la fe sea comunicable y a que la inteligen-cia de los que no conocen todavía a Cristo la pueda buscar y encontrar. La teología, que obedece así al impulso de la verdad que tiende a comunicarse, al mismo tiempo nace también del amor y de su dinamismo: en el acto de fe, el hombre conoce la bondad de Dios y comienza a amarlo, y el amor desea conocer siempre mejor a aquel que ama3. De este doble origen de la teología, enraizado en la vida interna del pueblo de Dios y en su vocación misionera, deriva el modo con el cual ha de ser elaborada para satisfacer las exigencias de su misma naturaleza.
8. Puesto que el objeto de la teología es la Verdad, el Dios vivo y su designio de salvación revelado en Jesucristo, el teólogo está llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la oración. Así estará más abierto al “sentido sobrenatural de la fe” del cual dependa y que se le manifestará como regla segura para guiar su reflexión y medir la seriedad de sus conclusiones,
9. A lo largo de los siglos la teología se ha constituido progresivamente en un verdadero y propio saber científico. Por consiguiente es necesario que el teólogo esté atento a las exigencias epistemológicas de su disciplina, a los requisitos de rigor crítico y, por lo tanto, al control racional de cada una de las etapas de su investigación. Pero la exigencia crítica no puede identificarse con el espíritu crítico que nace más bien de motivaciones de carácter afectivo o de prejuicios. El teólogo debe discernir en sí mismo el origen y las motivaciones de su actitud crítica y dejar que su mirada se purifique por la fe. El quehacer teológico exige un esfuerzo espiritual de rectitud y de santificación.
l0. La verdad revelada aunque trasciende la razón humana, está en profunda armonía con ella. Esto supone que la razón esté por su misma naturaleza ordenada a la verdad de modo que, ilumina-da por la fe, pueda penetrar el significa-do de la revelación. En contra de las afirmaciones de muchas corrientes filosóficas, pero en conformidad con el recto modo de pensar que encuentra confirmación en la Escritura se debe reconocer la capacidad que posee la razón humana para alcanzar la verdad, como también su capacidad metafísica de conocer a Dios a partir de lo creado.
La tarea, propia de la teología, de comprender el sentido de la revelación exige, por consiguiente, la utilización de conocimientos filosóficos que proporcionen “un sólido y armónico conocimiento del hombre, del mundo y de Dios”, y puedan ser asumidos en la reflexión sobre la doctrina revelada. Las ciencias históricas igualmente son necesarias para los estudios del teólogo, debido sobre todo al carácter histórico de la revelación, que nos ha sido comunicada en una “historia de salvación”. Finalmente se debe recurrir también a las “ciencias humanas”, para comprender mejor la verdad revelada sobre el hombre y sobre las normas morales de su obrar, ponien
En esta perspectiva corresponde a la tarea del teólogo asumir elementos de la cultura de su ambiente que le permitan evidenciar uno u otro aspecto de los misterios de la fe. Dicha tarea es cierta-mente ardua y comporta riesgos, pero en sí misma es legítima y debe ser impulsada.
Al respecto, es importante subrayar que la utilización por parte de la teología de elementos e instrumentos conceptuales provenientes de la filosofía o de otras disciplinas exige un discernimiento que tiene su principio normativo último en la doctrina revelada. Es ésta la que debe suministrar los criterios para el discernimiento de esos elementos e instrumentos conceptuales, y no al contrario.
11. El teólogo, sin olvidar jamás que también es un miembro del pueblo de Dios, debe respetarlo y comprometerse a darle una enseñanza que no lesione en lo más mínimo la doctrina de la fe.
La libertad propia de la investigación teológica se ejerce dentro de la fe de la iglesia. Por tanto, la audacia que se impone a menudo a la conciencia del teólogo no puede dar frutos y “edificar” si no está acompañada por la paciencia de la maduración. Las nuevas propuestas presentadas por la inteligencia de la fe “no son más que una oferta a toda la iglesia. Muchas cosas deben ser corregidas y ampliadas en un diálogo fraterno hasta que toda la Iglesia pueda aceptarlas. La teología, en el fondo, debe ser un servicio muy desinteresado a la comunidad de los creyentes. Por ese motivo, de su esencia forman parte la discusión imparcial y objetiva, el diálogo fraterno, la apertura y la disposición de cambio de cara a las propias opiniones”.
12. La libertad de investigación, a la cual tiende justamente la comunidad de los hombres de ciencia como a uno de sus bienes más preciosos, significa disponibilidad a acoger la verdad tal como se presenta al final de la investigación, en la que no debe haber intervenido ningún elemento extraño a las exigencias de un método que corresponda al objeto estudiado.
En teología esta libertad de investigación se inscribe dentro de un saber racional cuyo objeto ha sido dado por la revelación, transmitida e interpretada en la iglesia bajo la autoridad del Magisterio y acogida por la fe. Desatender estos datos, que tienen valor de principio, equivaldría a dejar de hacer teología. A fin de precisar las modalidades de esta relación con el Magisterio, conviene reflexionar ahora sobre el papel de este último en la Iglesia
(Leer documento entero)
jueves, 9 de septiembre de 2010
La teofanía en la encina de mambré
El icono de la Santísima Trinidad de Peter Rublev expresa con gran perfección artística el misterio escondido de Dios: la Santísima Trinidad y la Encarnación del Verbo. En él se refleja la teofanía −es decir la manifestación divina− junto a la encina de Mambré. No se trata de una revelación en sentido estricto, sino más bien de lo que en Teología se conoce como una figura o tipo. Sólo a la luz de la realidad anunciada o profetizada puede entenderse la figura. Únicamente desde la efectiva realización del hecho o misterio significado puede comprenderse el carácter de figura del suceso que sirve de signo.
El icono escenifica la aparición de Yahvé a Abrahán. «Se le apareció Yahvé en la encina de Mambré, estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y vio que había tres individuos parados a su vera» (Gn 18, 1-2). A lo largo de la narración se sucede este uso indistinto del singular y del plural. Se aparece Yahvé, pero al levantar la mirada ve a tres personas. En el diálogo hay frases que se atribuyen a los tres y otras que son pronunciadas por «aquél», es decir, Yahvé.
El momento es de una gran trascendencia. Abrahán ya ha recibido la promesa de Dios, a la edad de noventa y nueve años: «Por mi parte ésta es mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, pues te he constituido padre de muchedumbres de pueblos. Te haré fecundo sobremanera» (Gn 17, 4-6). Abrahán advierte que esta aparición guarda relación con esta promesa de fecundidad y descendencia y acude en busca de Sara, su mujer, para que ésta prepare un banquete con que obsequiar a los visitantes.
El diálogo principal se produce después de que ellos hayan comido. Al parecer, Abrahán está ante ellos, en pie, debajo del árbol. Ellos le dijeron: «Dónde está tu mujer, Sara» (Gn 18, 9). Abrahán señaló detrás de ellos, diciendo: «ahí, en la tienda». Entonces, «aquél» dijo: «Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo» (Gn 18, 18). El anuncio es tan insólito que provoca la risa de Sara, que podía escuchar la conversación desde la tienda. Yahvé le pregunta a Abrahán por qué razón se ha reído su mujer, originándose un diálogo entrañable entre Yahvé y Sara, en el que Dios condesciende con las mentiras y los miedos de la mujer.
Esta es la escena que reproduce el icono de Rublev. En la parte superior de la imagen se advierten −de izquierda a derecha− una casa, un árbol y una montaña cubierta con una nube. Los tres personajes están sentados alrededor de una mesa, de modo que con la posición de sus cuerpos y los elementos en los que descansan, configuran al mismo tiempo un círculo y un octógono. Dejando de lado los posibles significados de la figura octogonal −pueden descubrirse incluso dos octógonos: uno que engloba sólo a las figuras centrales y otro, más alargado, que alcanza los elementos superiores−, el círculo tiene un importante significado simbólico: expresa gráficamente una propiedad característica de la Trinidad: la perichoresis, término griego que significa literalmente danza, y con el que se quiere indicar la mutua inmanencia de las Personas divinas, en cuya virtud son tres Personas en una sola naturaleza1. El movimiento circular −el amor − comienza en las Personas divinas y se comunica a la entera Creación. No se detiene en el pecado de los hombres, sino que se intensifica más aún en la Redención.
El suceso «figura», la teofanía de Yahvé en la encina de Mambré, tiene como fin inmediato anunciar a Abrahán (y a Sara, que está escuchando la conversación desde la tienda) que va a ser Padre de una muchedumbre a través del hijo que va a tener con Sara, a la sazón una anciana. Parece claro que lo importante del anuncio no es tanto la concepción y nacimiento de Isaac, sino más bien la muchedumbre de pueblos de los que Abrahán será padre por razón del Mesías que nacerá de su linaje.
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